(+INTERNET) = (+DEMOCRACIA) ¿Más dudas que certezas?

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Suele escucharse que:

  • Internet promete un sistema de información abierto que permite a todos contrastar la información con otras fuentes.
  • Los individuos pueden ahora encontrar medios para hacerse oír, por lo que cada internauta se convierte en una posible fuente de opinión.
  • La red facilita el acceso a la información y el paso a la acción.
  • Si ciudadanos y partidos empiezan a participar en este nuevo medio, Internet hará germinar las condiciones de una nueva práctica democrática.

Según Ippolita, los ciber-utopistas están convencidos de que la libre circulación de las informaciones es una formidable herramienta de democracia. Así, la penetración capilar de la automatización informática de la sociedad traerá automáticamente la democracia global.  En este sentido «la participación online sería a la democracia lo que el PIB al bienestar de una sociedad» (Ippolita, 22). Esto está relacionado con otro mito: + INTERNET = + PROGRESO y puede observarse en este fragmento de nota periodística: «Los ministros explicaron que, a través del Internet, es posible que quienes se conectan tengan a su alcance información de todos los niveles, inclusive cultural y científica de cualquier parte del mundo, lo que contribuye al progreso de la colectividad.”

Según la visión ciber-utopista que plantea Ippolita las redes sociales pueden ayudar a consolidar la democracia porque crean espacios de deliberación y rendición de cuentas donde antes no los había. Internet sería una nueva posibilidad de ejercer una política de participación directa, a través del ejercicio de múltiples actividades virtuales de interés público. Ahora, las personas pueden adherirse a proyectos, informarse de la política gubernamental, interrogar a sus representantes, conocer propuestas de campaña y generar opinión de primera mano, democratizando la información que antes producían pocos medios. También, las redes sociales permitirían transformar las discusiones virtuales en activismo ciudadano, transportando lo virtual a lo real.

Suele utilizarse de ejemplo lo sucedido con las protestas masivas en la Puerta del Sol (España) y en las revueltas sociales de algunos países árabes, que terminaron con el derrumbe de algunos regímenes autoritarios. Las revoluciones que ocurrieron en Túnez, Egipto o Libia, fueron narradas a través de teléfonos celulares por sus propios protagonistas, aumentando de modo exponencial la exposición de las ideas y objetivos de aquellos que encabezaron los movimientos a través de un medio que es masivo y gratuito.

Otro ejemplo es el de Islandia, que produjo la reforma constitucional por medio de la modalidad crowdsourcing, es decir, de manera colaborativa vía Internet. Cada una de las 320.000 personas que habitan la isla pudo hacer sugerencias y comentar el borrador a través de Internet y las redes sociales. Los ciudadanos pudieron comentar cada cláusula en el sitio del consejo o unirse al debate en su página de Facebook o Twitter.

Para Ippolita este entusiasmo por las redes es algo que se verifica cada vez que aparece una nueva tecnología. Cuando surgió la Televisión, prometía hacernos ver lo que ocurría del otro lado del mundo, sacando a la luz los horrores de la guerra y logrando evitarlas (lo cual no ha ocurrido). Detrás de este mito opera la idea de que la información es de por sí emancipadora y el progreso un horizonte ineluctable.

Las redes sociales pueden reproducir los mismos vicios de la antidemocracia. Muchas campañas de partidos políticos y sus candidatos están recurriendo a la práctica de un tipo de «acarreo digital»: creación de cuentas falsas de Twitter para apoyar candidatos, generación de cuentas robots para promover “trending topics” y simulación de apoyo inexistente. Estos elementos atentan contra el «espíritu libre» de las redes sociales.

Otro aspecto negativo que puede derivarse del uso de redes sociales consiste, paradójicamente, en la sobrevaloración de éstas redes para causar el cambio. El ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, y el creador de Napster y cofundador de Facebook, Sean Parker, advertían que conectarnos y dar un “like” a una causa puede hacernos creer que estamos suficientemente involucrados políticamente, lo cual no es cierto porque estos lazos son débiles, poco durables y carentes de capacidad real para alterar las relaciones de poder.

Entonces, ¿realmente internet y las redes sociales son garantes de la democracia?, ¿que nivel de involucramiento implica poner «me gusta» en alguna causa? ¿participar de las redes nos vuelve más activos políticamente? ¿son efectivas para controlar a los gobernantes o sirven para los mismos hagan Marketing Político?

 

Usuario: nataliavcala

Equipo: Mitos